El “trabajo de campo” de la artista argentina Roxana Ramos en San Pedro de Atacama

Tras dos años de postergación, por motivos de emergencia sanitaria y cierre de fronteras, la artista argentina Roxana Ramos pudo desarrollar la residencia arte&arqueología, convirtiéndose en la quinta creadora en ser parte de este programa.

Desde el 10 al 31 de agosto de 2022 estuvo en La Tintorera, espacio de residencias artísticas ubicado en el Ayllu Solcor de San Pedro de Atacama (Chile), período en el que desarrolló su investigación territorial y realizó un taller con estudiantes de la Escuela A-26, además de ser parte del segundo módulo intensivo del diplomado Microcuradurías realizado en San Francisco de Chiu Chiu, como docente.

Sobre su trayectoria artística y estas experiencias conversamos en la siguiente entrevista. 

¿Cuáles son las temáticas principales que abordas en tu trabajo artístico?, ¿a través de qué disciplinas o lenguajes las abordas?, ¿cómo nace tu interés por trabajar dichas temáticas?

R: Más que temáticas, yo siempre digo que uno trabaja problemáticas, y que no son una sola idea, sino un conjunto de reflexiones en torno a ella. En algún modo toda mi obra revisa ciertas prácticas poéticas cercanas, como la artesanía o ciertas piezas arqueológicas y patrimoniales, o incluso oficios familiares que retomo y con los que hago objetos o acciones corporales con registros de fotos o video. Podría decirse que todo mi trabajo se articula más bien en esta investigación sobre la retroalimentación entre arte y artesanía u oficio y trabajo.

Por ejemplo, uno de mis últimos trabajos consiste en recuperar herramientas de un oficio familiar, como lo es la panadería, y accionarlas como si fueran armas. Estas acciones devienen en dibujos, en generar texturas, ahí se mezcla el dibujo y lo conceptual, entonces es difícil unificar en una sola idea, es muy diverso y además voy usando lo que necesito.  En mi trabajo también trabajo en torno al ambiente, el paisaje y lo que damos a llamar naturaleza.

Actualmente eres parte de la residencia arte&arqueología de SACO, ¿qué investigación y proyecto en particular estás realizando?

R: En un momento estudié la situación en relación a mis intereses respecto al paisaje y las diferentes prácticas y oficios del lugar. Tuve entrevistas con el personal del Museo Gustavo Le Paige, fui a ver el depósito museable, me interesó mucho esa manera de pensar el museo en un contexto como San Pedro. Después me entrevisté con artistas y pensadores de la zona y en definitiva creo que el proyecto se va a llamar Trabajo de campo, haciendo alusión a su significado, a las acciones físicas que se ponen en el campo como trabajo, y ligado al concepto de trabajo de campo en una investigación. Se me ha ocurrido unir esos gestos y acciones como palear, rastrillar, sacar plantas, abstraerlas de su fin utilitario y usarlas como un mantra repetidas veces hasta que empiece a construir un nuevo sentido. 

Me conmovió mucho el volcán Licancabur, la montaña de por sí es un paisaje muy parecido al mío allá en Salta, en Cafayate, donde también trabajo con cerros como contenedores. La intención de mi trabajo no es solo mostrar lo que hice en San Pedro, sino producir un diálogo con lo que hago en Salta. Ambos territorios siempre fueron de la misma región, la gente es la misma, las personas son las mismas. Hay todo un trabajo de viajes, de traducción, de retroalimentaciones que quiero que aparezcan en el trabajo. Probablemente lo que estoy haciendo acá también lo haga allá.

En ese mismo contexto realizaste recientemente un taller con estudiantes de la Escuela A-26 de San Pedro de Atacama, ¿cómo fue esa experiencia?

R: A partir de la muestra de Paseo Interestelar que iba a presentar el equipo de educación de SACO, trabajamos con el imaginario andino. Al comenzar la actividad los estudiantes plegaban hojas de oficio para marcar cuatro puntos, para en ellos dibujar la idea que tenían de la constelación andina. Después trabajaron con lo que recordaron del video, con la idea de construir constelaciones. En cada punto debían marcar algo para después armar entre todas las hojas en el piso uniendo todos los puntos 1, los 2, los 3 y los 4, como en un dominó, formando una gran constelación. Hablamos de esa noción sobre pensar el mundo desde lo imaginario, y fue muy rápido porque ellos trabajaron con sus lápices y estaban muy emocionados porque les encantó el video. Otros cursos que nos veían desde al lado nos venían a preguntar si íbamos a ir ahí y en fin, fue una bonita experiencia. 

¿Crees que es importante generar esos vínculos con el arte desde temprana edad?

R: Sí, por supuesto. Por ahí en la educación formal el arte se limita a algunas técnicas, a comprender algunos recursos del lenguaje visual, pero creo que el arte es una plataforma para pensar y es un dispositivo de construcción discursiva, la cual si se pudiera potenciar en la escuela sería maravilloso, pero por lo pronto mientras lo tengan ya es un montón. Creo que estamos en sistemas, al menos en Argentina, donde las horas de arte son cada vez menores, y bueno, sé que las nuevas generaciones le están poniendo mucho para que no sean espacios vacíos, sino que sean espacios de reflexión, de pensamiento crítico, es fundamental que lo tengan. No lo digo de fanática ni porque sea artista, es porque finalmente son espacios donde poner a un niño a hacer preguntas, a filosofar y reflexionar desde muy pequeños.

Fuiste parte del cuerpo docente del diplomado de Microcuradurías, curadurías desde la marginalidad, dictando la asignatura Curadurías indóciles, donde abordaste proyectos curatoriales cuyas prácticas se situaban desde lo político, decolonial, territorial, con perspectiva de género, conciencia ambiental y afectiva, entre otras temáticas. ¿Cómo ves el estado de estas temáticas en la curaduría latinoamericana?

R: En el diplomado me pareció pertinente mostrar una serie de exposiciones que en lo personal me encanta que existan, me parece que son disruptivas en la escena, aunque hayan sido realizadas en instituciones oficiales que son referentes en la cultura argentina. Todas de algún modo desde perspectivas emergentes, que están surgiendo desde hace una década y que están generando más conocimiento y creo que van a seguir haciéndolo.

Lo que se me ocurrió fue invitar a curadoras a la sesión. Todas mujeres, grandes pensadoras y que son las que de algún modo están transformando la escena. Ana Gallardo, Kekena Corvalán, Alejandra Mizrahi, Andrei Fernández, artistas y curadoras de provincias, súper exitosas en el mundo, todas cuestionando el dispositivo museo, que es un instrumento europeo, decimonónico, que está revisando su rol, entonces me parecieron muestras muy potentes. Todas accedieron a estar y se armó una linda charla donde los participante pudieron conversar directamente con ellas, así que se armó algo muy fugaz, pero muy bello también, porque son personas que no solo piensan esto, sino que también lo llevan a cabo. Podés imaginar, escribir, tener ideas, pero una curaduría es llevarlo a la sala e implica muchísimo trabajo.

Pudiste asistir también al segundo módulo intensivo de Microcuradurías realizado en Chiu Chiu, donde desarrollaste un taller de dibujo vinculado al proyecto Paseo Interestelar junto a los participantes, ¿puedes contarnos en qué consistió y cómo resultó la experiencia?

R: Estando ahí tuve la hermosa oportunidad de escuchar los talleres, que me hicieron sentido y con ello modifiqué mi primera idea. Le pregunté a Julio Escobar (docente del módulo La luz) si podía poner mi pequeño espacio a disposición del trabajo más largo que estaban haciendo con él para la intervención lumínica, y como se habló mucho de constelaciones, luces y sombras, y yo tenía pensado trabajar el dibujo en base a la memoria, ahí se me mezcló todo y lo que les propuse fue dibujar constelaciones, pero a modo de hacer genealogías autorreferenciales del presente. 

Armar una red en la que los participantes pudieran detectar hitos, recuerdos y situaciones de su pasado que constituían su presente en Chiu Chiu, y más puntualmente, el trabajo en relación al territorio que harían con Julio. Generar un gran mapa que sirviera para pensarlo como un recorrido en el territorio, porque me parecía importante que si iban a hacer un trabajo desde lo visual, desde el cuerpo y la acción, era interesante abordar previamente el terreno interno, haciendo un trabajo más de reflexión desde las emociones. Quizás eso podía remover cosas que cuando estuvieran parados en la oscuridad el día de la intervención, les hiciera sentido, algo que si no hubiéramos sensibilizado en ese espacio no hubiera pasado.

Yo trabajo mucho con carbón en mi obra, que de algún modo deviene del trabajo de mi familia, y estando en San Pedro se me ocurrió hacer carbonillas, entonces recogí palitos del lugar, algarrobos, chañares, ramitas de flores como girasol y aloes, pimienta rosada y cardón e hice carbonillas para que dibujasen con eso. Me pareció interesante ligarlo directa y físicamente con la naturaleza y el territorio, y a los participantes les gustó un montón dibujar con algo hecho acá, terminó de hacerles sentido. 

La obra producida en la residencia de Roxana formará parte del circuito expositivo museo sin museo de la Bienal de Arte Contemporáneo SACO1.1 Golpe, a desarrollarse entre junio y septiembre de 2023.

Roxana Ramos
Artista. Posgraduada en Gestión Cultural de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y Diplomada en Innovación y creatividad de la Universidad de Salamanca (España). Doctoranda en Humanidades/Artes de la Universidad Nacional de Tucumán (Argentina). Trabaja como docente, investigadora y gestora de arte. Es coordinadora pedagógica de la Escuela de Bellas Artes Tomás Cabrera y docente de la Universidad Católica de Salta. Ha ideado y co-coordinado desde 2004 a 2014 el espacio de Arte contemporáneo La Guarda, en Salta. Colaboradora en Salta del Programas culturales de la Dirección Nacional de Museos.

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