En abril comenzó la segunda versión del diplomado Microcuradurías: curadurías desde la marginalidad, programa de formación no académica, cuya modalidad apuesta por un formato híbrido de clases online y módulos presenciales, gracias a las cuales los estudiantes pueden conectarse con las maravillas del desierto de Atacama y potenciar su propia creatividad.
Es por ello que, desde el 22 al 26 de julio, los 10 participantes provenientes de Brasil, Perú, Argentina, Colombia y diversos lugares de Chile, llegaron hasta el Observatorio Paniri Caur, ubicado en Chiu Chiu, para el primer módulo presencial de este año.
“Es un privilegio poder estar acá en el medio del desierto, en un pueblo tan auténtico, intercambiando tantos conocimientos”, señaló Ana Bellenzier, estudiante que llegó desde Curitiba a vivir la experiencia. Opinión que compartió Israel Blanco, quien indicó que “el hecho de estar conversando, de tenernos frente a frente, nos permite desarrollar otras ideas que de pronto no se dan detrás de la pantalla. Estamos absorbiendo todo el día conocimiento, creo que esta parte es esencial”.
El cuerpo docente conformado para el módulo presencial en Chiu Chiu estuvo compuesto por Silvia Lisoni, profesora de Historia y Geografía a cargo de la asignatura El cielo. Cosmovisiones y astronomía occidental; Christian Nitschelm, doctor en astronomía y técnicas espaciales del Observatorio de París, quien enseñó El ser humano y el cosmos: Cosmovisiones e historia de la astronomía; Julio Escobar, artista lumínico, diseñador de iluminación para Artes Escénicas y Visuales, productor y técnico escénico a cargo de La luz. Creación y desaparición de espacios; Rodrigo Gómez Rovira, fotógrafo encargado de ejecutar la clase La imagen tangible; y Romina Yere, integrante de la comunidad Licanantay y parte de Cooperativa de alfareros de Toconce Thuru Maki, quien gracias a sus tradiciones familiares aprendió el arte de la alfarería e impartió el taller La tierra. De lo impuro.
Las actividades partieron con la presentación entre alumnos y docentes; la observación de Bienal en el maletero, en la que mediante lentes de realidad virtual apreciaron una selección de exposiciones de la Bienal SACO1.1 Golpe, además de la experiencia Paseo interestelar; y la clase dictada por Silvia Lisoni, en la que abordó la forma en que los ancestros andinos interpretaban el cielo y los significados de figuras como la chakana, cheques, saywas y diversas constelaciones, interiorizando sobre la cosmovisión de los pueblos originarios que allí habitaban.
Daniela Christie, estudiante que trabajó como mediadora en la Bienal SACO1.1 y fue becada para ser parte del diplomado, menciona que estas instancias educativas son enriquecedoras y destaca que “las personas que vivimos en este territorio necesitamos conocer nuestra cultura y tradiciones para saber de nuestros antepasados, aprender la cosmovisión que tanto hablamos en clases, poder cumplir esas tradiciones y a la vez honrarlas como nuestros orígenes”.
Otra de las conexiones con el territorio se vivieron a raíz de El ser humano y el cosmos, a cargo del astrónomo Christian Nitschelm, planteando la evolución de los conocimientos entre la prehistoria y nuestra época, haciendo hincapié en aclarar mitos que han circulado durante la era pre-científica en varias partes del mundo y como la astronomía ha ganado relevancia. Asimismo, gracias a los cielos despejados de contaminación lumínica, fue posible realizar una observación telescópica del cielo, apreciando diversas estrellas, constelaciones y el planeta Mercurio.
Nitschelm expresó que uno de sus motivos para ser parte del cuerpo docente del diplomado “es compartir las bellezas del firmamento y mostrar diferentes objetos del cielo profundo a personas que jamás lo observaron antes. También es interesante conocer personas que tienen puntos de vista totalmente diferentes del mío, es parte de mi espíritu abierto”.
Por otro lado, uno de los talleres que marcaron la semana fue el de alfarería, junto a Romina Yere, quien domina esta técnica gracias a su padre, quien le enseñó a trabajar con la tierra a muy temprana edad. Durante el proceso, los estudiantes crearon, lijaron y pulieron las piezas para posteriormente el último día del curso ser llevadas a una quema de cerámica en la tierra para sellar la arcilla, como paso final de la creación.
“Me emociona poder compartir el oficio que he aprendido de mis ancestros, para rescatar y enseñarle a las personas que acá teníamos un tipo de tecnología que todavía, a pesar de los años, se sigue manteniendo. Entregar eso, el cariño por la tierra, por los cerros, para tratar de que entiendan un poco el sentimiento de las personas que vivimos en este territorio, el desierto más árido del mundo”, mencionó la tallerista.
La imagen tangible de Rodrigo Gómez, animó a los estudiantes a recorrer los alrededores y capturar fotografías que le transmitieran esencias mediante la estructuración de palabras que crearan una narrativa. Ya para la tercera clase, escogieron algunas imágenes y formaron una secuencia que dio lugar a una exposición al término del módulo presencial.
“Siempre estas instancias son un misterio, porque cada uno viene de un lugar diferente, pero hay una especie de acuerdo sin habernos visto antes. Es una experiencia privilegiada, porque es difícil generar coherencia entre varias personas con historias distintas, pero siempre hay un tiempo para encontrarse y conocerse. Es entusiasmante y una metáfora también de la utopía, de poder convivir, de estar en desacuerdo y llegar a acuerdos, son dinámicas muy fuertes e intensas porque se concentran en el tiempo, y cuando uno vuelve a su cotidiano, vuelve cambiado”, comentó el fotógrafo.
La luz. Creación y desaparición de espacios con el docente Julio Escobar, consistió en reconocer el territorio en sus dimensiones geográficas, lumínicas, históricas y humanas mediante la creación de un circuito eléctrico con ampolletas led y envases de aluminio reciclados que formaron una lámpara artesanal, como antesala para despertar la imaginación de los estudiantes, para la acción lumínica al final del módulo.
Al caer la tarde del viernes, los participantes vivieron la finalización de los módulos La tierra, La imagen tangible y La luz. Estos se conectaron entre sí en una acción efímera que consistió en una caminata cargada de emoción, que iluminó la exposición de fotografías y el sitio de la quema de cerámica, el cuál durante la mañana fue encendido y challado para desear y agradecer por las creaciones elaboradas por los estudiantes. Luego a través de un baile acompañados con sus lámparas creadas y una melodía sostenida por uno de los participantes y la voz en off de la profesora Romina, los alumnos se dirigieron al Observatorio Paniri Caur donde estaban pegadas por alrededor de las paredes y sobre la cúpula del domo las fotografías seleccionadas y capturadas por los alumnos de Microcuradurías.
Así culminó una nutritiva semana de intercambios de experiencias y aprendizajes en el desierto de Atacama. Agradecemos tanto a los estudiantes como a los docentes por hacer posible esta conexión con el terreno de El Loa.
Próximamente en octubre se vivirá la segunda experiencia presencial cuando los estudiantes se reencuentren en Antofagasta para tomar clases en Espacio Teatro Paisaje. Te invitamos estar atento a nuestra página web para más novedades de la segunda edición de nuestro diplomado.