Desde hace varios años, el artista antofagastino Ángelo Álvarez ha participado y colaborado en las actividades de SACO, desde su rol como mediador en diferentes exhibiciones hasta su presencia como expositor y performer en la muestra colectiva Nosotros, los ancestros (SACO8).
Este año, la consistencia y cercanía de su obra con el concepto curatorial de SACO1.0, Aluvión, lo llevó a ser invitado por la Bienal para presentar la exposición Belleza digna, con la curaduría del fotógrafo Sebastián Rojas (CL), propuesta sen la que el artista utiliza variados tipos de pinturas sobre soportes no tradicionales, como cartones y plásticos, para retratar la marginalidad de la ciudad y sus anónimos protagonistas, proceso que adquirió mayor fuerza desde el estallido social en Chile a partir de octubre de 2019.
Oriundo de Antofagasta, “un territorio en donde se unen resquicios de una cultura ancestral ligada a la costa, que se resiste a ser olvidada e inmigrantes llegados bajo el anhelo de un futuro mejor”, de acuerdo a sus propias palabras, es el quinto de nueve hijos, nacido y criado en zonas periféricas de la ciudad, ambiente que, reconoce, ejerce una enorme influencia en los temas que lo inspiran, materiales de trabajo y postura frente a la realidad y la contingencia: “por ahí dicen que lo personal es político y lo social también, por eso intento que mi día a día se vaya plasmando en mis obras. Hablo desde la marginalidad y lo precario para repensar estos conceptos, tratando de explorar las posibilidades que ofrecen. Trato de meterme en la riqueza que puede haber en estos dos conceptos marcados por la informalidad, actuando desde el potencial y relaciones que se generan entre los relatos, colores, sensaciones e imágenes”.
Un soporte que habla por sí mismo
Ángelo, que ha realizado intervenciones performáticas en diferentes puntos del país y el extranjero, profundiza en que las situaciones de vida real son las que se reflejan en su obra, empezando por la selección de los materiales: “Usar cartón fue una elección natural, algo biológica. Antes de Belleza digna, había usado materiales precarios, más que reciclados, pues nunca he pensado la propuesta desde la reutilización ya que eso me limita. Yo pienso simplemente en la vulnerabilidad de lo material, de cómo se relaciona con otras cosas. El cartón llega a mí porque en algún momento de mi vida, se ocupaba en mi casa para tapar una ventana rota, cubrir el suelo; era parte de la visual que yo tenía al habitar un barrio donde se vivía la precariedad y había que arreglar las cosas con lo que se tuviera. Después, lo empecé a ver en todos lados y con el estallido, vi su relación con la injusticia social y cómo ese material acompaña a las personas en situación de calle, los rucos de los pasteros, las camas de los perros abandonados. Más que una connotación medioambiental, para mí tiene una connotación afectiva, social y simbólica que lo convierte en un soporte que habla por sí mismo”.
Ángelo también usa diferentes técnicas de pintura para conseguir la fluidez que busca en sus materiales de trabajo a través de “diferentes pigmentos, desde el óleo hasta esmaltes y látex. Llevo el ejercicio de reutilizar las pinturas, para sacar provecho a lo que me regalan o tengo en el momento. Me permito la libertad de amalgamar técnicas, desde el realismo y lo figurativo hasta lo abstracto”.
La carrera de Ángelo ha estado marcada por esa profunda relación no solo con la materialidad, sino que también con aquellas temáticas que se mantienen en la periferia, como la disidencia, la identidad de género y lo no binario. Esto lo ha llevado a participar de diferentes instancias expositivas, educativas e investigativas, aunque reconoce que las movilizaciones sociales marcaron un punto de inflexión en el desarrollo de su obra “a pesar de que me había acercado al tema de la identidad, el estallido me mostró la realidad desde la experiencia, porque Chile es un país donde se tiende a tapar las cosas y las marchas descubrieron la multiplicidad de comunidades que, en su mayoría, viven en condiciones paupérrimas. Esto se relaciona directamente con mi proceso de creación, pues la gran mayoría de la gente que marchaba vivía o había vivido en la periferia. En compañía de esas personas empecé a visibilizar las prácticas y experiencias de lo que es vivir con poco en Chile, cómo tenemos esa capacidad de adaptarnos y sobrevivir sin muchas cosas, esa inteligencia que nace de las condiciones de vulnerabilidad”.
Ejercicios de memoria
Ángelo dice disfrutar de hacer arte desde el borde, pues “tiene que ver con la madurez como persona, haber encontrado una base que me permite crear constantemente. De alguna manera, podría ser una reivindicación desde mi experiencia de vida, repensar y reimaginar esos hechos como un ejercicio de memoria que me mueve a encontrar más situaciones en y desde el margen. Me gusta porque es algo que me entrega cierta seguridad en mi andar por este camino que elegí como artista, es como casarse por un tiempo con algo que te llena porque es un trabajo doble, porque dentro de Chile, Antofagasta es periferia, pero a la vez la ciudad también tiene su centro y sus territorios marginales”.
Mientras se lleva a cabo el proceso de curaduría, Ángelo explica lo importante que es para él poder exponer por primera vez en solitario, en la Bienal SACO: “siento que se están dando las condiciones para descentralizar el circuito del arte y mostrar diferentes miradas de la realidad. Lo que busco a través de mis creaciones es justamente, salir de esas perspectivas centralistas, basadas en condicionamientos producidos por conocimientos hegemónicos y plantarme desde otro lugar. Encuentro positivo que la Bienal me haya hecho esta invitación que me motiva para seguir indagando en estas otras realidades y es muy bueno que se sigan abriendo espacios e instancias para que podamos reflexionar desde lo que somos, de nuestra memoria y a partir de eso, empezar a construir algo que lleve más de nosotros mismos y de nuestras experiencias”.