Estallidos y la serpiente de la historia que devora a su pueblo

Sobre Ley reservada de Dagmara Wyskiel
por Dalia de la Rosa, critica de arte y comisaria

En la actualidad, el acercamiento a la historia debe ser un gesto elaborado desde una perspectiva poliédrica. Es decir, a partir de un posicionamiento inestable que dé cuenta de la problemática de la subjetividad del relato, de las formas narrativas marcadas culturalmente e, incluso, del panfleto político. La historia como concepto está marcada por un afán de inmortalidad, trasciende el tiempo y tiende a su auto-conservación porque ella no se responde a sí misma y nunca acaba; no puede terminar jamás.  Sin embargo, existen múltiples fisuras en sus formas cronológicas que alteran el espacio lingüístico de la historia –de ella misma– destinado a consolidar los discursos que se posicionan estratégicamente, se preserven y se asientan en las instituciones.

Frente a la Historia se sitúa la Sociedad, que como ente abstracto que se identifica globalmente, está marcada por las costumbres y por la ley que, a su vez, está atravesada en el curso de las generaciones por nombres y eventos concretos que tienden a la duración histórica como forma de pervivencia. Así, Historia y  sociedad en Ley reservarda de la artista Dagmara Wyskiel que se desarrolló de la mano de la invitación y organización de la Fundación Francis Naranjo en el Castillo de Mata –Gran Canaria, España– , son conceptos que se formulan a partir de la debilidad lingüística de ambos. Esto es, la subjetividad como forma de conocimiento colectivo. A partir de un arduo trabajo en equipo de distintas personas vinculadas a la historia como ciencia y desde posicionamientos ideológicos amplios, se formula un acercamiento a la serpiente de la historia a partir de un gesto lleno de simplicidad: 212 placas metálicas repasan la historia de Chile entre 1811 con el Motín de Figueroa y 2021 con el asesinato de Mapuches en la Auracanía chilena. 

Mediante un sencillo código se diferencian los años marcados por episodios de violencia en rojo de aquellos más tranquilos en blanco, formando así una cronología, o necrología, constituida por la opinión y experiencia de personas con capacidad de debate. Este es el mismo procedimiento que actualmente se está debatiendo en torno a la nueva constitución chilena, un hito en la historia global en el que 154 personas –la Convención Constitucional– de distintas procedencias sociales, políticas y étnicas discuten no solo la venidera política del país, sino el futuro para las próximas décadas. Es interesante atender a cómo la artista utiliza un sistema parecido de toma de decisión y de discusión para debatir si un año es rojo o blanco.  De alguna forma Wyskiel comparte ese proceso constituyente en el que la pieza no está realizada por ella a modo de viejo concepto de autoría, sino a partir de los conocimientos de un grupo de trabajo especializado, entendiendo que el curso de la historia es una coralidad.

La artista no se acerca el evento de manera documental ni moral, sino desde una posición fenomenológica en donde lo que interesa es la reacción a la historia oficial, los procesos de asimilación cruzando lo histórico para trascender todo lo que está debajo del hito, del monumento y de la heroicidad. Así, la historia de Chile no es distinta de otros países en los que el proyecto colonial quedó clausurado con la marcha de los conquistadores cuyas historias están marcadas por, como describe Rita Segato, la prevalencia de un patrón que no acabó con las independencias. Al contrario, la historia de América Latina está marcada por profundos episodios de violencia que la narrativa clásica, militar, política, social y económica es incapaz de nombrar, es decir, de legitimar. Wyskiel anteriormente realizó un ejercicio parecido con la pieza  Polonus Populus ─2012─, en la que hacía un repaso sobre 1000 años de historia de su natal Polonia. En esa ocasión la cinta serpenteante de la historia rojiblanca representaba el mismo contraste en épocas de violencia y paz que puede ser leído desde distintas nacionalidades, pero cayó en la cuenta de que Europa de alguna manera tenía sus propias fórmulas a la hora de nombrar propias idiosincrasias a la hora de nombrar sus guerras y sus conflictos externos. El acto de nombrar algo conlleva una representación del poder y una invisibilización de otras partes implicadas. En cambio la historia en América la externalidad no es tan cruenta como la interioridad violenta. Chile, en este caso está cruzada por más de tres o cuatro hitos reconocidos como guerra por  otros países entre los que se encuentra la independencia del país. Incluso es conflictiva la diferencia entre batalla, revuelta, matanza, ocupación, etc. por las implicaciones políticas que conlleva. De manera que la historia le pertenece a quien tiene la capacidad de domar a la serpiente, no a aquellas personas que  transitan en su vida aplastadas bajo ese ondulante y escurridizo cuerpo. Esta complejidad es lo que llevó a la artista a seguir los conocimientos de un grupo de especialistas que desde distintos posicionamientos fueran capaces de dialogar sobre los conceptos y la equiparación de estos en cuanto a que son de la misma manera violentos para una clase social, étnica o económica concreta.

En este sentido, la historia atiende a patrones y con esta perspectiva la obra instalativa, lo objetual y los vídeos de la exposición se confrontan con la experiencia individual.  De forma que, como podemos ver en la pieza audiovisual que muestra los valores numéricos con una voz en off que relata la genealogía de los conflictos, se nivela la importancia de los mismos dejando al sujeto que observa y oye la capacidad de discernir entre los niveles de violencia de los episodios que han conformado el Chile actual. Esta voz acompañada de potentes sonidos es el trabajo sonoro de Eric Ramos que se disemina por todo el espacio y acompaña al resto de las piezas con una inquietante sensación de memoria desenterrada. Nos obstante, no perdamos de vista que cualquier historia de un país codificada en rojo y blanco apela directamente a la experiencia, los conocimientos y los recuerdos de cada persona sin importar su país de procedencia en el que probablemente los conceptos de Guerra, Revuelta, Motín, Batalla, Tribunal público, Anexión, Revolución, Guerra Civil, Ocupación, Matanza, Exterminio, Huelga, Envenenamiento, Masacre, Represión, Asalto, Asesinato, Dictadura, Ataque, Protesta, Manifestación, Redada, Operación y Estallido social están presentes a lo largo de los años de su propio lugar de procedencia. Así, Chile y Polonia llegan a ser contenedores de las formas de convivencia individual con la historia.

Con Ley reservada la artista es consciente de que lo artístico siempre puede caer en representar los valores superficiales de la sociedad o las formas narrativas mainstream que legitiman que un trabajo artístico esté alineado con discursividades contemporáneas sin un fondo realmente profundo. Para la artista es importante que lo artístico tenga un papel constituyente en la esfera pública1 y que el ejercicio de la democracia tenga una relación directa con la cultura. La práctica artística tiene una dimensión política, eso es inevitable para ella. Una muestra de ello, por ejemplo, la podemos encontrar en un gesto que a priori puede ser invisible. Se trata del material con el que están realizadas las piezas y que atienden a su formalización conceptual. Primero, las 212 placas están hechas del mismo latón que se usó masivamente por parte de la institución durante el estallido social que recorrió el país en 2019. Con este latón concado se protegían comercios, bancos, instituciones gubernamentales etc. Es decir, se protegía del pueblo y en contra del pueblo. Segundo, una línea de luz recorre una parte de una de las paredes de la sala, se trata de la representación simbólica de un contexto, de una escena en la que intervienen los distintos agentes factuales y necrológicos que alteran la identidad productiva y cultural del pueblo. Y tercero, todos los gestos de la propuesta terminan por acercarse a la economía de materiales, al minimalismo del gesto o de la escritura para preservar la potencia de sus significados. El único elemento estrictamente museable, que puede petrificar la historia es la pequeña cinta de plástico que como una línea o serpiente del tiempo lleva inscrita en ella la historia de Chile. Esta cinta se encuentra en una urna de cristal sobre un plinto a una altura que no todas las personas pueden ver cómodamente, está reservada la información porque requiere, como todo lo de más de una participación atenta.

Al contrario de lo que podamos pensar, este ejercicio de elevación no potencia la imposibilidad de acceso a la información, lo que hace es exponer la dificultad del análisis de la historia. Porque la historia es monumento y como tal no es accesible para todas las personas. Por tanto, Wyskiel desarrolla un trabajo no solo coral sino envolvente a nivel espacial que podría desarrollarse en cualquier lugar, desde un monumento como ocurre con la acción en vídeo Necrología de Chile de 2022 que se desarrolla en el Parque para la preservación de la Memoria histórica o Memorial de la Caravana de la muerte en Calama, monumento a escala humana que marca el lugar donde fueron asesinadas cerca de treinta personas en la dictadura de Augusto Pinochet. En este ejercicio audiovisual una voz narra breves sentencias como si propia serpiente de la historia nos interpelara y hablara de sí misma en tercera persona: “a lo largo de la historia republicana hay más historias de odio que de amor entre el ejército y la sociedad civil”, “la cinta de la historia de chile baila frente a nosotros” – es decir, bailo ante ustedes y solo queda la expectación─,  “el país como un animal enfermo… muerde sus patas” –si no devora al pueblo el propio tiempo provoca mi autofagia─ “la serpiente de la historia que devora a su pueblo”, “la víbora se auto mutila, se hiere, se envenena, pero nunca puede arrancarse de sí misma”. Esto es, nunca dejará de existir, siempre tenderá a preservarse aún necrosada. 

Esta serpiente representa los conceptos Historia e identidad y puede ser sacudida y combatida.  Aquí, la identidad es el resultado de una multitud  de interacciones que tienen lugar dentro de un espacio que no está claramente definido –este espacio es histórico─. Para la teórica política Chantal Mouffe, la identidad cultural es a un tiempo escenario y objeto de la lucha política. Se trata de un proceso de «sobre determinación», que establece vínculos altamente intrincados entre las múltiples formas de identidad y una compleja red de diferencias2. En este marco, el gesto artístico –la cultura─ se torna fundamental como uno de los niveles en los que se constituyen las identificaciones y las formas de identidad con el objetivo de visibilizar que la vida democrática debe ser combativa, que las relaciones de poder son parte constitutiva de lo social y que no se trata de eliminar el poder, sino de constituir otras formas radicales que se vierten en una democracia plural. Esta pluralidad, tal y como está ocurriendo actualmente en Chile tras el estallido social, se está dando gracias a la unión de personas que están debatiendo desde posiciones en ocasiones radicalmente opuestas que harán una demostración de poder en las futuras votaciones por la nueva constitución en septiembre de 2022.  De la mano de la historia está que tras el estallido el número 2022 no se tiña de rojo.

Así, el ejercicio que desarrolla Dagmara Wyskiel, con una fuerte vocación de visibilizar desde el gesto caligráfico lo que no es visible y de erigirse desde un valor educativo con capacidad de transformar la manera de analizar los contextos, es el de atravesar todas las hendiduras de la vida de un país contado y fijado en el relato histórico. Pero, sobre todo, trascendiendo el relato oficial e incorporando todos los acontecimientos sin una pretensión cronológica que para algunas personas son contingentes y accidentales y para otras es la misma serpiente que devora e invisibiliza su historia. Pues solo a través del estallido y de la movilización social la contra-memoria se puede erigir como un programa radical que da pie al disenso y a la pluralidad.En un ejercicio de exposición de la diversidad que construye la unión de los antagonismos, Ley reservada es un trabajo coral, que se ha concebido para poner de relieve el estudio de la historia y la creación de una identidad implica el establecimiento de una diferencia. Se es en relación a, por diferencia de; la diversidad como fórmula para reconocer la interdependencia y la multiplicidad de discursos. Así es como este trabajo envolvente se ha desarrollado, mediante la configuración del equipo de investigación formado por Damir Galaz-Mandakovic, (Tocopilla) investigador principal y autor del marco metodológico de la investigación; José Antonio González (Antofagasta); Milton Godoy (Taltal); Herson Huinca-Piutrin (perteneciente a la etnia mapuche); Fernando Venegas Espinoza (Concepción); Camilo Rebolledo (especializado en movimientos obreros portuarios). Y como lo político también contiene una dimensión estética y el arte una dimensión política, estas formas de arte crítico han estado cuidadas por la coordinación del proceso de investigación de Iván Ávila, la música y voz Eric Ramos y la producción de Christian Núñez.

1. MOUFFE, Chantal. (2007). «Prácticas artísticas y democracia agonística». Barcelona: Museu d’Art Contemporani de Barcelona, p. 9.
2. Ídem. P. 21.

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