Telas amarradas, figuras que asemejan ser humanas, distintos colores, tierra, nudos, cuerdas que cuelgan… ¿incomodidad? ¿Memoria? ¿Recuerdos?
Por Emilia Lagos
“Las formas escultóricas arquetípicas del siglo XX pasaron, de mano de los vanguardistas experimentales de entreguerras, a lo informal, al minimalismo o al arte pobre. (…) La creciente efimeridad de la realidad que vivimos, sin embargo, devuelve a escena precisamente esta singularidad de formas universales y sorprendentemente tranquilizadoras”. Esto indica la página oficial de la Bienal de Arte Contemporáneo SACO, respecto a Bodyland, obra ubicada en Fundación Minera Escondida de la artista Nikolett Balázs, proveniente de Budapest, Hungría, autora de esta obra semi abstracta que algunos visitantes calificaron de incómoda, entre susurros y comentarios de pasillo, en la noche de inauguración.
Marcada por una tendencia a querer erradicar recuerdos u obviar memorias compartidas, más no aceptadas por todos, la obra parece ser un símil de la forma de los cuerpos abandonados, torturados y mutilados que dejó la dictadura en Chile, y también en tantas otras partes del mundo; cuerpos golpeados por la violencia, la represión, el miedo y, de cierta forma, el olvido.
La autora indicó que esta obra es una representación de lo que ella siente como represión y como falta de libertad, algo que recuerda a las diferentes dictaduras vividas en Latinoamérica. “También siento que en Hungría experimenté este tipo de represión gubernamental, cuando no sientes que puedes ser totalmente libre en tu país, y esto me inspiró a crear esta instalación, porque algunas veces vivo bajo presión y eso me sirve como inspiración, siento que es algo que las personas en Chile también han experimentado”.
La instalación fue construida en Chile, por la propia autora junto a una asistente. Las telas utilizadas son todas recicladas, lo que planteó un desafío para la autora, quien creó su obra en una carrera contra el tiempo, pues la obra debía estar lista en solo dos semanas.
Dagmara Wyskiel, Directora de la Bienal SACO, también recordó la importancia de no seguir abriéndole espacio a la violencia, puesto que quizá los datos duros y las publicaciones periodísticas provocan hoy menos sensibilidad que el arte, una puerta abierta a seguir viviendo experiencias y reconstruyendo recuerdos, que es justamente uno de los objetivos de esta edición llamada Golpe, en el marco de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en Chile.
Wyskiel agrega que: “Esa es la riqueza máxima de esta edición de la Bienal, que tenemos 72 artistas y 72 posibilidades de sentir y comprender el concepto de golpe, el concepto de la violencia, que sigue presente en Chile, pero también viendo las guerras, como por ejemplo ahora en Ucrania. En general, la sociedad sigue siendo muy violenta, es absolutamente necesario darle cara a ese fenómeno.
Bodyland, mediante su sentido abstracto, sus colores tierra, su apertura a la interpretación, permite al espectador conectar con lo que quiera, revivir o enterrar lo que necesite.Incomodar, hacer presente que las realidades no se borran ni quedan guardadas en la memoria, están allí, como esos trozos de telas recicladas, atadas y amarradas que asemejan formas humanas torturadas y silenciadas. Tan silenciadas como las memorias de quienes dicen que el golpe no existió, y que obras como esta se esmeran en recordar.